por Jorge Salgado
Erase
una vez, un una selva densa y profunda, un familia de monos. Los
monos tenían una fascinación con las frutas, particularmente el
banano. Sin embargo, tenían un serio problema: el árbol de su
banano favorito se encontraba al otro lado de la selva. Esto los
llevo a pensar en una solución. Abuelo Mono sugirió ir
columpiándose, tal como siempre se ha hecho. A Papa Mono le disgustó
la idea, ya que tenia que cuidar a los niños con una mano, y no
podía columpiarse solo con la otra. Fue entonces que a Niña Mona se
le ocurrió una idea. Un sistema de transporte donde animales
transportaban grandes cantidades de comida y animales en tablas de
madera. Esto solucionaría el problema de los padres cuidando a los
niños y aumentaría el transporte de alimentos.
-
Las hormigas son fuertes y trabajadoras – exclamó Niña durante la
reunión familia - y hay miles de ellas en todo el bosque. ¿Por qué
no les pedimos ayuda?
-¡JA!
- carcajeo Abuelo Mono – Ni las hormigas, ni los monos, ni nadie te
va a ayudar de gratis. Ademas, los monos somos los mejores recogiendo
bananas. Nos hemos enseñado por generaciones ¡Podríamos construir
catedrales si quisiéramos!
Surgieron
varias discusiones y al final Niña y Abuelo tomaron caminos
separados. Abuelo reunió al resto de la familia, escogió la madera,
los asientos para los monos, y la mejor ruta para tomar. Por otra
parte, Niña se reunió con las hormigas. Las hormigas, siempre
enérgicas y organizadas, decidieron ayudarles en su tiempo libre.
Niña les explico el problema que tenía. Varias hormigas le llevaron
diferentes tipos de maderas, varias propuestas de rutas e incluso
problemas propios que las hormigas encontraron en el camino. Niña
delegó, organizó y lideró su propio sistema de transporte.
Con
el tiempo, otros animales pidieron unirse al proyecto como clientes
del sistema de transporte. Ademas de bananas se recogían todas las
demás frutas del bosque. Esto conllevó a varios cambios en los
sistemas. Los asientos tuvieron que acomodares a las diferentes
especies, las tablas tendrían que cambiarse, entre otras cosas. La
filosofía de Abuelo siguió su curso. El planeaba todos los cambios
para que un solo diseño se acomodara a todas las necesidades de la
mejor manera posible. Para compensar con todo el trabajo extra del
que los monos no se beneficiaran, Abuelo pedía una compensación a
sus clientes. Niña llamó a sus clientes y les pidió ser parte de
la solución. Al final, existieron varios sistemas dentro de la
filosofía de Niña que se acomodaban específicamente a las
necesidades de cada especie de animal en el bosque. Al pasar varios
años , Niña y Abuelo tuvieron una conversación.
-Niña
¿cómo lo hiciste? -preguntó el abuelo mientras se ahogaba en
papeles y planos – mis tablas se rompen cada mes, los asientos son
incómodos, y estoy hasta el cuello de trabajo.
Niña,
fresca como una lechuga, le respondió:
-Todos
los animales tenemos algo que aportar y todos tienen problemas que
quieren solucionar. Las hormigas son pequeñas y débiles, pero son
muchas. Las aves no pueden cargar mucho peso pero tiene una gran
visión de todo el bosque. Yo miro este bosque como una comunidad que
se ayuda mutuamente, y no pretendo tener todas las respuestas.
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