Ciertamente esta tendencia egoísta de los privados caracterizó los inicios del mundo del software, y es a lo que la gran mayoría de las personas se han acostumbrado. Esta tendencia sólo comenzó a cambiar a principios de los años noventa. Con la creación de la World Wide Web, se pudo crear el mundo que actualmente conocemos como el “bazar”. Anterior a esto, el software era considerado un pieza de trabajo única, que solo un verdadero maestro del área podía llevar a cabo de forma correcta, como lo fue hace siglos la construcción de una catedral. Fue cuando unos pocos se atrevieron a cuestionar a los privados que se abrió este mundo, un bazar en el que todo aporte era bienvenido y bien reconocido. La única motivación era la satisfacción propia, o las ganas de participar ó encontrar y resolver un problema.
En la epistemología, se dice que el gran progreso de la ciencia en los últimos siglos se debió a un fenómeno parecido. Cuando mejoraron las formas de comunicarse, los científicos del mundo tenían acceso mucho mas simple al trabajo de sus colegas. Ya el conocimiento y los libros no eran guardados recelosamente por la iglesia (irónicamente en catedrales ó monasterios), sino compartido por la comunidad científica. Fueron estos científicos los que se motivaron a investigar, ya fuera para demostrar errores de sus colegas, ó plantear sus propias ideas.
Hay miles de ejemplos mas que demuestran lo efectivo que puede ser el compartir el conocimiento, y el compartir los aportes y reconocer los de los demás. Este altruismo permitió la creación del software libre, que en muchos casos compite en calidad con sus contrapartes privadas. No es necesario ser un genio para tener una idea decente, y con el tamaño de la comunidad del “bazar”, tampoco se necesita ser uno para llevarla a cabo.
Por: Stefano Sgro
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